domingo, mayo 06, 2007

Reportaje a John Paul Lederach, de EE.UU., Mediador en Conflictos Internacionales.

"El miedo fortalece a los neoconservadores "

Desde el 11 de septiembre de 2001, una voz invade cada cinco minutos los aeropuertos de los Estados Unidos. Como si de la temperatura del momento se tratara, la voz anuncia, en nombre del gobierno norteamericano, el nivel de amenaza de atentados terroristas. La voz da, en realidad, el pronóstico del miedo.

“Si podemos mantener el miedo, también podemos mantener la perspectiva de los líderes neoconservadores y su forma de ver el mundo”, dice John Paul Lederach, profesor de Construcción de Paz Internacional en la Universidad de Notre Dame, de Indiana, Estados Unidos. La clave, explica en una entrevista con LA NACION, es “mantener la popularidad del líder que está promoviendo el miedo”. A George W. Bush le sirvió para ser reelegido en 2004.

Lederach –de reconocida trayectoria en conciliaciones y mediaciones en conflictos étnicos en Somalia; entre los miskitos y el gobierno de Nicaragua, y entre los mohawks y el gobierno de Canadá, así como en los procesos de diálogo de Irlanda del Norte, el País Vasco y Filipinas– dice que el miedo “fortalece el discurso de los líderes” y que esto se nota, sobre todo, en períodos electorales. “En ellos, muy pocas veces se pueden profundizar las ideas, porque los discursos son de choque y se hacen por el protagonismo”.

En Buenos Aires, donde dictó un taller organizado por Mediadores en Red, Lederach se encontró con un ambiente convulsionado por la muerte del profesor Carlos Fuentealba, en Neuquén, y por una gran percepción de inseguridad en un año electoral.

En su tarea de mediador -"figura que no siempre cae bien", dice- Lederach aplica una fórmula religiosa, anabaptista-menonita, según la cual "la paz debe estar integrada a la justicia y a la construcción de relaciones y estructuras sociales correctas por medio del respeto absoluto de los derechos humanos y de la no violencia como una forma de vida".

Lederach es autor de varios libros, entre los que se cuentan Construyendo la paz: reconciliación sostenible en sociedades divididas y Enredos, pleitos y problemas , ambos traducidos al castellano. En sus programas de adiestramiento no habla de resolución del conflicto, sino de su transformación. "Soy más práctico que académico", confiesa.

-En América latina, en general, y en la Argentina, en particular, se advierten conflictos internos. ¿Cómo actúa en ellos un mediador?

-Una de las cosas más curiosas es que a mucha gente no le cae bien la palabra "mediador". No quieren un mediador. Quieren apoyo a la gestión, un proceso de facilitación para frenar el conflicto social. No siempre tenemos un papel tan claro. El conflicto, a veces, está medio escondido. Lo que se busca es un apoyo para ir transformando patrones que han demostrado no ser eficaces. En América latina se dan conflictos por el uso de recursos naturales, o porque muchos se sienten excluidos de los procesos nacionales y buscan reivindicar su voz. Todo eso tiene que ver con el conflicto. No en un sentido violento, sino porque hay intereses diferenciados.

-El conflicto, sin embargo, puede expresarse en forma violenta, como en los cortes de ruta.

-Todo el mundo dice que representa al pueblo, pero la representatividad no es algo tan fácil de lograr, porque requiere una mayor participación desde la base. América latina tiene mucha historia de reclamos de viva voz, pero no siempre ha sido por los procesos oficiales.

-Si el fenómeno de los cartoneros en la Argentina fuera presentado como un conflicto, por tratarse de personas desplazadas del sistema, ¿cómo lo encararía?

-Hay diferentes entradas en esa pregunta. Una de ellas sería qué tipo de política pública se debería aplicar y otra es qué deberían hacer los que están marginados. Sobre este punto, yo trabajo mucho en la transformación del conflicto, que es diferente de la resolución. La metáfora de la resolución es que hay un conflicto particular que se debe resolver. Lo que uno busca es una crisis. Para la transformación no interesa el momento particular de la crisis, sino los patrones que han creado el sistema que produce estas expresiones sintomáticas.

-¿Cuál debería ser el priemer paso?

- La clave es qué es lo que queremos transformar, qué es lo que queremos cambiar. La pregunta representa la perspectiva de los marginados. A menudo, el conflicto se da cuando en un momento dado se reclama algo muy específico. Por ejemplo, que la intendencia les prohíbe recoger cosas a medianoche o que no puedan estar en la calle a partir de cierta hora. Es decir, cuando reclaman un derecho que han tenido. Resolver un conflicto es darle solución en un momento específico. Cuando hay crisis, los políticos quieren quitársela de encima. Sin embargo, cuando en ese contexto relacional se piensa en la transformación, se ve qué tipo de cambio de patrón queremos y cuáles son las soluciones creativas. Eso plantea la idea del cambio que se necesita.

-Lo cual no sugiere una solución inmediata...

-Si uno tiene la perspectiva de qué puede hacer la política para terminar con un problema, lo veo como un proceso interesante, pero del momento, y no muy transformador. Si se plantea que esto permite reevaluar los patrones históricos, empiezan a pensarse estrategias de cambio, en lugar de soluciones momentáneas. Si la intendencia tuviera interés y me preguntara, propondría trabajar en ambos niveles. Si es desde la perspectiva de la gente que está en la calle, cómo tocar más a fondo lo que existe.

-¿Cómo ve el conflicto entre la Argentina y Uruguay por las pasteras?

-En él no se animan a hablar de mediador, sino de facilitador del diálogo, que es el caso del rey de España. Pienso que no se va a poder cambiar el patrón. Se puede empezar con un facilitador, como el rey de España, pero se necesita una plataforma. Un espacio de diálogo entre gente que normalmente no estaría junta, pero que representa el conflicto en cuestión.

-¿Algo como el diálogo a seis bandas por el conflicto de Corea del Norte?

-Exacto. O como en mi estado, Colorado, en el que siempre hemos tenido problemas por el agua. ¿Quién tiene derecho al uso del agua? ¿El agricultor, los centros de esquí, las industrias? Eso necesita una plataforma constante de diálogo. Me imagino que la Argentina y Uruguay tienen ese problema. El día que decida esto La Haya no se terminará el conflicto. No se trata de quién tiene razón o de quién tiene derecho, sino de cómo van a convivir argentinos y uruguayos como comunidades interdependientes. El patrón es la calidad de relación que creen.

-El conflicto, mientras tanto, puede dar réditos políticos inmediatos.

-Eso tiene que ver con la polarización social. La polarización tiene patrones universales. Cada vez más, esta gente se reúne. Hablan mucho de ellos, pero no entre ellos. En la Argentina, con las Malvinas, el nivel de patriotismo era grande. Cuanto más polarizado sea el conflicto, más aumenta el protagonismo de personas radicales o extremistas.

-Es funcional al liderazgo, entonces.

-Es lo que sucede en Irlanda del Norte y en EE.UU. desde el 11 de Septiembre.

-Como Jean-Marie Le Pen en Francia o Hugo Chávez en Venezuela.

-Le Pen juega esa carta con la inmigración y plantea: ¿están con nosotros o con ellos? Los chavistas y los antichavistas también mantienen la polarización. En el caso de mi país, si podemos mantener el miedo, también podemos mantener la perspectiva de los neoconservadores y su forma de ver el mundo. La clave radica en mantener la popularidad del líder que está promoviendo el miedo, como hizo Bush para ser reelegido en 2004.

-¿Sobrevivirá la democracia?

-Uno espera que sí, aunque a veces los conflictos creen condiciones para rebajarla. Lo que sale de las elecciones no es lo que uno tiene como imagen de la democracia. En Irak, haber votado es señal de que hay algo nuevo y diferente, pero si uno mira de cerca ve algo peor de lo que había antes. Es la incapacidad de convivir entre pueblos.

-Podría ser la semilla de una disolución, como Yugoslavia después de la guerra de Kosovo.

-Es cierto. La reivindicación de guerras históricas siempre ha estado latente. En Irak va a haber una independencia de países.

-¿Qué podría suceder en Irán?

-Es muy complejo. Me preocupa mucho el discurso actual del gobierno norteamericano, porque es muy parecido al que hizo antes de la invasión de Irak. Hay una crisis moral, que toca el tema nuclear. Si los países que tienen capacidad nuclear no son capaces de buscar un desarme total, no estamos en posición de decir que otros no deben tenerla. Israel tiene e Irán no tiene. Tenemos la incapacidad de los que tienen. Nosotros pedimos que tú hagas lo que nosotros no hacemos.

Por Jorge Elías
De la Redacción de LA NACION

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